Thursday, May 07, 2009

La luz se esfumo




La luz se esfumo.
Por un segundo seguí viéndolo sobre el escenario. Hasta entonces el joven bailaba ágil, fuerte, sin asomo de fracaso, sin la duda de los débiles… giraba y giraba, danzaba, saltaba y el suelo de madera crujía bajo su peso.

Pero en un segundo ya no hubo nada.
Las butacas desiertas me miraban atentas. Era el único que aun permanecía en el gran teatro. Los demás desfilaban como fantasmas hacia las salidas.
Se apagaron las luces, todas. Cada foco, cada lámpara, cada bombilla… las Descolgaron y las metieron en cofres de metal antiguos.
El decorado fue enrollado y guardado. Había un sol en lo alto, que se plegó como el cartón.
No hubo telón amortiguado por vítores y aplausos. Las flores de adorno se secaron, se murieron.
Las bambalinas también se marcharon, tristes, sin pisadas rápidas, nervios y sudor.
Recogieron la alfombra roja, la enrollaron y su alegría murió en un rincón oscuro.
El silencio gano al espectáculo, la oscuridad a la luz y el escenario pareció una pared oscura, sin atisbo de final.

Apunto de marcharme, sin esperanza de que aquella obra se reanudara, sentí una pequeña brisa. Venia del escenario y la producía una sombra blanquecina.

Era el joven que bailaba… su luz interior lo ilumino y lo salvo de la oscuridad.
Sus alas se abrieron y abarcaron todo el escenario, de lado a lado.
Ahora flotaba y con su luz ilumino el teatro entero. Su cuerpo desprendía un sincero calor y sus ojos lágrimas de amor.

Nadie me creería, pero aquella noche, en aquel desierto teatro, encontré un ángel.

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