El Viaje

“Técnicamente un reflejo no existe. Somos nosotros mismos quienes le otorgamos la vida.”

Aquel niño no levantaba mas que un metro del suelo y ya quería hacer las cosas, que por su edad tenia mas que prohibidas. Se veía capaz, se veía mayor.
Miraba al cielo todas las noches, deseando volar al espacio, era su sueño, su único pensamiento, que plasmaba en cientos de garabateados dibujos.
Devoraba libros sobre el cosmos, fotos, cómics, y con todo ello en la cabeza se subía al tejado de su casa, para ver de mas cerca, su ansiado destino, con la consiguiente reprimenda de su madre.
Así que cierto día trazo un plan, estructurado con todo lujo de detalles en una de sus libretas.
Había descubierto como viajar al estrellado cielo, de una forma mas fácil que la de construir un gigantesco cohete, como el de la tele, para el cual su madre, seguro, no le daría ni un céntimo.
Así que no tuvo otro remedio que intentar otra solución, pensar otra cosa.
Y entonces, pensando en ello, caminando por los alrededores de su casa, al acabar el día, se sentó impotente a la orilla del estanque. Rabioso por no encontrar solución alguna tiro una piedra al agua.
Y después de que el agua calmara su rabia, lo vio.
En la superficie del lago, viva con toda claridad, ¡el lugar al que ansiaba ir! ¿seria una puerta, seria un paso secreto que, solo el, había descubierto?
No se lo pensó, trazo su plan, se hizo con víveres; galletas, algo de agua, dulces… y se encamino hacia el principio de su viaje. Se lanzó a la puerta.
No le importo lo fría del agua, tampoco la rapidez con la que descendía, únicamente pensó que en vez de bajar, de algún modo, estaba subiendo, y en pocos minutos vería las estrellas, los planetas, cometas y el inmenso sol. Y su casa muy, muy pequeña allá abajo.
El silencio, la oscuridad y el intenso helor fue lo único que encontró similar al espacio, en lo mas hondo del lago.