Las palabras se hacen tierra.

"La violencia es el miedo a los ideales de los demás"
Mahatma Gandhi

Los gritos ausentes desde hace décadas, ya no piden clemencia, ya no piden justicia. Gritan sin cesar.
La carne se extingue, se seca, es devorada.

Se acostumbran a un descanso nunca imaginado, atrapados por el pasado, por el olvido en forma de cada vez más largas y profundas raíces, deseando que manos ajenas escarben en sus entrañas, algún día... que sus cuencas vacías miren de nuevo y vean algo distinto que un todo oscuro.

No eran iguales a la mayoría y por eso, se amontonan junto a otros como ellos, bajo toneladas de tierra. Oyen a la gente caminar allá arriba, los oyen jugar, reír.

¿Quién es capaz de escuchar sus lamentos, sus tenebrosos gritos?

Su justicia, su clemencia… algo que anule el aullido de una bala que les robo, tanto sus sueños, como toda su integridad.

Si alguna vez ven la luz, no será pronto, no será fácil.

Tumbas perdidas, quizás en ese recodo, tal vez en esa esquina. siempre lugares apartados, siempre oscuro a las miradas.

Son millones los que esperan, agazapados, hacinados unos contra otros en una pequeña y oscura sala de tierra, esperando a que alguien los recoja, los escarbe.

Y se preguntan si para la gente con trajes impoluto hay diferencia entre ser enterrado y ser echado a una zanja, uno tras otro, encima, debajo...

Y si al final son liberados de esa cárcel de barro, con cuidado los trasportan, con amor los depositan en una fría mesa de metal. Allí y por primera vez en una eternidad verán a sus familias como los lloran.

Lagrimas que a ellos les faltan, arrugas empapadas a las cuales no llegaron.

Sus mujeres, a medias entre la rabia, la alegría y el milagro, les dicen adiós, les piden perdón... Ahora ellas podrán saber lo que es dormir.

Libres de la tierra, húmeda y endemoniada. La luz por fin les liberara, no tendrán justicia, pero sin duda encontraran la paz.