Tuesday, June 10, 2008

30 Años de Travesia




Era un día cualquiera, como otros días perdidos en otras semanas, amontonados en montañas de meses, olvidado en un almacén gigantesco, lleno de años, lleno de olvido, invadido por la desidia de tener que recordar, para conseguir encontrar algo.

Había sido una búsqueda en vano, una aventura inservible. Cuando tuvo un rato de tranquilidad para pensar, decidió que todo aquello, no había servido de nada. Tenía sus bodegas llenas, si, de recuerdos, de miles de cosas recogidas a lo largo de su viaje, regalos bellos, objetos estúpidos, cosas que debería tirar por la borda, pero que aun así, guardaba en la panza de su barco.

Ascendió a la cubierta y atisbo el horizonte. El palo mayor le proporciono un poco de sombra y aspiro la brisa del mar, escucho el casco de la nave romper contra el agresivo mar, ese mar que lo recibió tranquilo al principio de su viaje y que ahora años después amenazaba con romper su navío, antes de madera joven y fuerte y ahora, cada día que pasaba, mas y mas débil… como su capitán.

Había estado solo todo el viaje, muchos, muchos años navegando solo en busca de… ¿de qué?... ya ni lo recordaba ¿que lo había llevado a comenzar ese viaje?... nunca se lo había planteado… hasta hacia bien poco…
¿que llevaba al ser humano como él, a tener que pasar por todo esto? ¿ cuál era la recompensa, que había al final del viaje?...

¿… y existiría ese final… o la desidia lo llevaría hacia el horizonte, hacia donde el sol renacía cada mañana, hasta que su casco se agrietara tanto como su rostro y todo acabase en el fondo del mar, sin luz, sin sonido alguno, tal y como los escritos y los cuentos de los más mayores describían la muerte…?

Tal vez fuera así como sucedería, se iría al fondo tan rápido como cargadas iban sus bodegas de miles de recuerdos, de tesoros.

¿Y si todo fuera una gran farsa, una gran mentira de los dioses, para que, llevados por el añorado final, el deseado fin de su travesía, acumuláramos recuerdos que, al fin y al cabo, no nos valieran de nada al llegar ese momento, porque tal epilogo no existía y esa ineptitud de querer recordar nos llevase al fondo del océano?

Porque tal vez su vida representada por recuerdos y presentes no valiese nada y al morir en lo más oscuro del mundo todo se perdiera y nada se recordara… el no era un rey, no era un dios… quien lo iba a recordar cuando su piel, su casco, se rajara…
Quizá aún quedaban muchos años para que eso sucediera, si no se lo llevaba un temporal por delante cualquier noche, mientras dormía… si aún quedaba mucho, y el final, como comenzaba a creer su cansada cabeza, era yacer en el fondo del mar… ¿qué sentido tenía todo aquello?

Llevaba años sufriendo la inclemencia de la travesía, día tras día… y cada vez era más pesada, cada vez más solitaria.

Todo acabaría si se tirase por la borda y dejara hacer al furioso mar, al hambriento océano. Miro su negrura, apoyado en la baranda. Luego miro el horizonte lejano, muy lejano, donde su nave seguía dirigiéndose…

Era tan hermoso… tan anhelado…
Se aparto y se dirigió al timón…

Tal vez un poco más… naveguemos unos años más, y veamos que ocurre. Permitámosle a la vida el beneficio de la duda.

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