Monday, February 01, 2010

Naufragio




La tormenta me alcanzo.

Amenazaba desde el horizonte y sin que pudiera imprimirle mas velocidad a mi navío, lo sumió todo en un caos de lluvia y viento. El barco se defendió como bien pudo, pero las olas, gigantes, lo ladeaban con la intención de hundirlo.

Mis manos cansadas ya no pudieron sostener el timón y mi cuerpo voló sobre la cubierta, rodeado de un torbellino de espuma salada.

El golpe fue tremendo. La madera que recibió mi cuerpo tembló a mi paso, casi nos partimos en dos. En frente de mi, el mástil que dirigía mi camino, la vela que mi aliento empujaba, se derrumbo y partió la cubierta en dos. El agua se lo comió todo y mi navío comenzó a ahogarse.

Me agarre a lo que pude y no me solté, incluso cuando este, chocando contra unos dientes de roca, crujió y se partió por doquier. Fue como una explosión, fue como morir, fue... como talar una árbol, y escuchar el crujido final que lo lanza al suelo, inerte… pero mil veces multiplicado.

Y después de los cien lamentos acentuados por los terroríficos gritos del cielo, todo acabo.

Me abandone al oleaje, flotando, agarrado a un trozo de madera… hasta que la oscuridad todo lo inundo.

Desperté en una orilla, rodeado de despojos de lo que antaño fueron mis recuerdos… todo llegaba a la playa, ajado, roto, a trozos, como si el mar se jactara así de su triunfo. Era tan oscuro el cielo que me recibió, que ni las estrella podía distinguir. Mas allá de la playa, el vació se extendía miles y miles de kilómetros.

A lo lejos en el arrecife, parte de mi navío, aun resistía a los embistes de las olas, la vela, antaño blanca y hermosa, aparecía ahora rajada, sucia, mecida a son del fuerte viento. Jugaba con ella, dominada y destruida.

Me arrastre hasta la arena, mis pies rompiéndola y las olas besándola eran los únicos sonidos que se escuchaban. Recorrí con mi mirada aquel lugar. Inhóspito y deshabitado. Ni alguna montaña, ni selva, no pude ver nada.

Comencé a escuchar algún sonido, algún ruido terrorífico… ¿bestias acechando su presa?
Me hice con una afilada punta de madera, a modo de lanza y allí me quede quieto, esperando, temblando de un miedo húmedo, que parecía no pasar nunca…

¿Quedaría poco para amanecer? Y si así fuera ¿qué me mostraría la luz? Quizás un lugar lleno de trampas mortales… lleno de alimañas, sin ninguna vida a la que pedir socorro… quizás solo roca, en la que moriría de sed y hambre…

No, me dije. Ojala el cielo no se ilumine, nunca mas. Que el nuevo día no nazca…

Rompí a llorar.

Pero, aunque fuera mi deseo, jamás nadie me lo concedería…

El alba despunto a mi espalda, y la oscuridad fue velándose hacia el día. Agarre con mas fuerza mi lanza y me sequé las lagrimas.

Un nuevo día, me dije.

Después de la oscuridad, siempre amanece. Así a sido siempre.

Solo en la orilla, me dispuse a afrentarme en la selva. Me dispuse a sobrevivir.

1 Comments:

Anonymous Anonymous said...


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2:04 AM  

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