Monday, February 11, 2008

La Promesa de la Marmota





… y es que amar en soledad
es como un pozo sin fondo
donde no existe ni dios
donde no existen verdades…
A la primera persona
Alejandro Sanz


Cierto día llego hasta las puertas de un suntuoso castillo, una pequeña marmota que se quedo quieta, mirando las enormes hojas de madera. Los encargados de vigilar la entrada a la fortaleza intentaron ahuyentar a dicho animal con gritos o piedras, pero la marmota no se movía.
Ni el frio o la lluvia hacían desistir el empeño del animal, fuera cual fuera su cometido. Un día y otro día…
Hasta que en un descuido de los guardianes, al dejar paso a un carruaje que salía de los altos muros del castillo, la marmota echó a correr y se introdujo por las callejuelas de la ciudad, armando un buen jaleo entre sus gentes.
Los guardias fueron tras ella dando soberanos empujones a quien se pusiera en su camino. Llegando en su carrera hasta la sala del trono, donde el rey departía y comentaba las cosas del reino junto a sus consejeros.

- ¡Que es este alboroto! – grito uno de los ancianos del consejo al ver entrar a la marmota seguida de diez soldados enfurecidos.
- ¡Señor, es este animal!

La marmota se detuvo de repente frente al rey, mirándolo, temblorosa.

- ¡Acabar con ese bicho! – grito el anciano
- ¡Solo puede traer malas pulgas! - grito otro miembro del consejo.

Aprovechando su quietud, los soldados se dispusieron a darle un golpe de gracia, pero la voz del rey les detuvo.

- ¡Alto! - grito levantándose y acercándose al animal – este animal me esta hablando… - susurro intrigado.
- ¿Hablando? – dijo extrañado uno de los ancianos – eso no puede ser nada bueno.
- ¡Algún hechizo sin duda, malignas artes de algún enemigo! – grito otro
- ¡Silencio! – ordeno el rey alzando la voz - nada malo hay en sus ojos lo se…

Y agachándose frente a la marmota se quedo observando sus ojos negros y pequeños y su cuerpo tembloroso.

- ¿Que buscas en mi reino y en mi persona?
- Hacerte feliz – dijo la marmota en la mente del rey
- Ya soy feliz – rió el rey para extrañeza de los presentes que lo veían hablar solo – ¿no ves todo lo que tengo…?
- Ya veo lo que tienes, pero también veo de lo que careces.
- ¿Y que cosas son esas?
- Tienes que venir con migo, solo así te las puedo enseñar, pero tienes que confiar en mi.
- Ir a donde…
- Más allá de tu reino, más allá de todo lo que conoces.

El rey se quedo un momento pensativo, observando al pequeño animal. Los consejeros se acercaron he intentaron advertirle de que no se le ocurriera ir a ningún sito con la marmota, que se dejara de locuras y que tuviera en cuenta que todo esto podría tratarse de algún engaño, de algún hechizo.

- Le revelaremos y perderá todos lo poderes si actúa como un loco majestad! – le amenazaron.
- Tenéis que confiar en mi – dijo el rey decidido a marcharse – Y si no lo haces podéis quedaros con todo, no me importa.
- Puede que sea peligroso majestad, deje que le acompañe un destacamento de…
- No – sentencio muy serio el rey

Sin saber muy bien por que, el rey decidió hacerlo, decidió ver que era lo que la marmota pretendía enseñarle. Había algo en ella, algo que lo hacia confiar.
Y sin que nadie pudiera evitarlo, el rey y la marmota salieron del castillo y del reino caminando, uno junto al otro.
Días y días pasaron recorriendo montes y llanuras sin el menor problema, sin la menor preocupación. Pero el rey comenzaba a impacientarse y a dudar de su decisión, hasta que una mañana la marmota, que no había vuelto a hablar desde que irrumpiera en la sala del trono, se detuvo.

- Hemos llegado.

El rey absorto en sus pensamientos, alzo la vista y enmudeció. Un gran abismo se abría ante el, la tierra que pisaba se terminaba unos metros mas allá, y se rompía formando un abismo eterno. Atravesándolo, un endeble puente de madera los esperaba.

- ¿Que es este lugar?
- El ultimo paso, la perdida de la juventud, el triunfo de la confianza. La vida.
- ¡Pero que locura! – grito – ese endeble puente no resistirá mi peso y caeré en el abismo... – nervioso empezó a sudar, a temblar – además que es lo que me mostraras, ¿tanto peligro vale la pena?
- Si – obtuvo como respuesta. La marmota no dijo nada mas, allí se quedo como cuando llego al castillo, quieta con sus ojitos clavados en la figura del rey, temblando ligeramente.

El rey la miro y pensó que su temblor seria causa del miedo, de la incertidumbre del animal en sus pensamientos o tal vez un signo de que todo era un engaño.
Miro al horizonte, tratando de ver el otro lado del puente, el otro lado de ese gigantesco abismo, pero nada vio. Solo distinguía niebla y oscuridad, y dentro de esa bruma negra como la noche, una tenue luz. Una bella luz, pero tan tenue y lejana que se le antojaba escasa y sin vida. Una ligera ilusión.

- ¿Que es esa luz que distingo?
- No lo se.
- ¿Como? – se extraño el rey, enfurecido por momentos – ¿como que no lo sabes?, ¿me as traído hasta aquí y no sabes lo que hay al otro lado? ¡todo esto es un engaño!

- No te he mentido, se que lo que hay al otro lado es lo mas hermoso, que jamás ni tu ni yo hemos visto, lo se por que así lo siento, y es la verdad – dijo con su característico temblor y tranquilidad – dije que hay se encuentra todo lo que te falta, tanto a ti como a mi.
-¡Si lo hiciste, me mentiste… ves tu solo, juégate la vida, pero yo no confiare en ti!
-No puedo cruzar solo, al igual que tu tampoco puedes hacerlo, son las reglas.
-¿Las reglas? solo dices estupideces, toda esta historia es estúpida!
-Creí que tu serias el que lo entendería… - susurro la marmota decepcionada
-No puedes pretender que la gente se crea esa historia, si les mientes trayéndoles hasta aquí.
-Solo te he pedido que confíes en mi, por esa razón viniste, por que confiaste. Ahora tienes miedo.
-Yo no tengo miedo jamás, !soy un rey! – grito - Vuelvo a mi hogar, a mi reino

Y enfurecido, el rey se marcho.

La marmota vio como se alejaba y poco a poco se perdía en el bosque y desaparecía.
Con su temblor característico la marmota no se movió durante varios días. Durante semanas, el mundo no existía para el.
Una mañana miro hacia el abismo, hacia la luz y el deseo de cruzar volvió a su corazón. Las fuerzas regresaron y echo a correr aleándose de allí.

Volvería a intentarlo, sin desfallecer jamás.
Y mientras cruzaba el bosque y los montes, hacia algún otro pueblo ciudad o castillo, con el corazón lleno de vida, sus pequeños ojos no dejaron, en ningún momento, de llorar.

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